martes, 26 de julio de 2011

De "El catalejo lacado", tercera parte de La materia oscura, de Philip Pullman.

Con motivo de el año de los bosques...
"En el bosque se oían multitud de sonidos: el arroyo que saltaba entre las rocas, el viento que se abría paso entre las agujas de pino, el zumbido de los insectos y los gritos de los pequeños mamírefos arbóreos, además de los trinos de los pájaros; y de vez en cuando, una fuerte ráfaga de viento producía un roce en las ramas de un cedro o un abeto, que imitían un gemido como el de un violonchelo.
Era un lugar dominado por una brillante luz dolar, nunca ensombrecida; los rayos de un tono dorado claro se filtraban hasta el suelo del bosque entre franjas y motas de sombra verde parduzca. La luz nunca permanecía inmóvil, nunca era la misma, porque sobre las copas de los árboles solía flotar una neblina que filtraba la luz del sol, transformándola en un resplandor perlado que barnizaba todas las piñas con una humedad reluciente cuando se levantaba la niebla. En ocasiones el agua de las nubes se condensaba en diminutas gotas, medio bruma y medio lluvia, que más que caer descendían flotando y producían un suave repiqueteo entre los millones de agujas de pino."

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